viernes, 28 de marzo de 2008

¿Piquete blanco? ¿Piquete negro?

Que linda diferenciación esa que se les escucha a los señores del campo cuando quieren justificar el corte de rutas, ese que cuando surge desde otros sectores con verdaderos apremios económicos es censurado y violentado sistemáticamente. Se les escapa, luego tratan de negarlo o censurarlo pero no pueden, porque al rato se les vuelve a escapar. Su dinero y su posición les da derecho a protestar, a cortar las rutas y desabastecer grandes ciudades impulsando a la suba de precios en los productos de primera necesidad. ¿Saben que con estas pequeñas subas de precio miles de personas se quedan sin comer a la noche? ¿Qué miles y miles de chicos no podrán alimentarse y caerán en la desnutrición, a la que visitan cíclicamente durante los años donde una buena alimentación es necesaria para el desarrollo del resto de su vida? Espero que no lo sepan, porque si conocen esta situación e igual derraman la leche en la ruta y tiran la comida, priorizando la rentabilidad de sus campos, sería una actitud condenable. En verdad no creo que nunca se los condene, como dije renglones atrás, su dinero y poder les da el derecho.
¿Cuán genuina es la protesta del campo? Es verdad, quizá las retenciones sean injustas, pero acaso la existencia de terratenientes que están hipotecando el futuro con el exceso de ganancias en el presente no es injusto también. La siembra indiscriminada de soja, la eliminación de porciones de campo para pasturas no es hipotecar nuestro futuro. ¿Cuándo, en qué momento resignamos nuestro oxigeno, nuestras tierras como país en manos de unos cuantos señores que decidirán que hacer con ella?
Es increíble ver como la gente sale a protestar y a pedir que se vaya la presidenta, que renuncie, pidiendo democracia. Qué palabra tan bastardeada. Las señoras que arruinan cacerolas de acero inoxidable sabrán el sentido de las palabras que utilizan, o no entienden que vivir en democracia es respetar la voluntad de la mayoría. Yo no voté a Cristina Kirchner, pero si la mayoría la eligió de cumplir su mandato, es así de simple, respeto por la voluntad de la mayoría. No hay más.
Cómo puede ser que conmueva ver a gente protestando porque no pueden ganar más plata de la que ganan, que no es poca, y nos moleste que algunas personas corten una ruta o un puente porque se están muriendo de hambre. ¿Somos un país al que le da asco un chico revolviendo la basura y nos sensibiliza un hacendado diciendo que no puede ganar toda la plata que quiere? Que lindo ejemplo.
Esta es nuestra triste realidad. Fue la de siempre. Espero que no lo siga siendo por siempre.Mientras tanto, bala y palo, mano dura con el piquete negro. Apoyo incondicional con el piquete blanco.

Me pareció suficientemente bueno como para reiniciar este espacio

28-03-2008


Octavo mandamiento: Mentirás


Eduardo Galeano
Página/12

Una mentira
Hasta hace un rato nomás, los grandes medios nos regalaban, cada día, cifras alegres sobre la lucha internacional contra la pobreza. La pobreza se estaba batiendo en retirada, aunque los pobres, mal informados, no se enteraban de la buena noticia. Los burócratas mejor pagados del planeta están confesando, ahora, que los mal informados eran ellos.
El Banco Mundial ha dado a conocer la actualización de su International Comparison Program. En el trabajo participaron, junto al Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, las Naciones Unidas, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico y otras instituciones filantrópicas.
Ahí los expertos corrigen algunos errorcitos de los informes anteriores.
Entre otras cosas, nos enteramos ahora de que los pobres más pobres del mundo, los llamados “indigentes”, suman quinientos millones más que los que aparecían en las estadísticas.
Además, nos desayunamos de que los países pobres son bastante más pobres de lo que los numeritos decían, y que su desgracia ha empeorado mientras el Banco Mundial les vendía la píldora de la felicidad del mercado libre.
Y por si todo eso fuera poco, resulta que la desigualdad universal entre pobres y ricos había sido mal medida, y en escala planetaria el abismo es todavía más hondo que el de Brasil, país injusto si los hay.

Otra mentira
Al mismo tiempo, un ex vicepresidente del Banco Mundial, Joseph Stiglitz, en un trabajo conjunto con Linda Bilmes, investigó los costos de la guerra de Irak.
El presidente George W. Bush había anunciado que la guerra podría costar, como mucho, 50 mil millones de dólares, lo que a primera vista no parecía demasiado caro tratándose de la conquista de un país tan rico en petróleo. Eran números redondos, o más bien cuadrados. La carnicería de Irak lleva más de cinco años, y en este período los Estados Unidos han gastado un millón de millones de dólares matando civiles inocentes. Desde las nubes, las bombas matan sin saber a quién. Bajo la mortaja de humo, los muertos mueren sin saber por qué. Aquella cifra de Bush alcanza para financiar apenas un trimestre de crímenes y discursos. La cifra mentía, al servicio de esta guerra, nacida de una mentira, que mintiendo sigue.

Y otra mentira más
Cuando ya todo el mundo sabía que en Irak no había más armas de destrucción masiva que las que usaban sus invasores, la guerra continuó, aunque había olvidado sus pretextos.
Entonces, el 14 de diciembre del año 2005, los periodistas preguntaron cuántos iraquíes habían muerto en los dos primeros años de guerra.
Y el presidente Bush habló del tema por primera vez. Contestó:
–Unos treinta mil, más o menos.
Y a continuación hizo un chiste, confirmando su siempre oportuno sentido del humor, y los periodistas se rieron.
Al año siguiente, reiteró la cifra.
No aclaró que los treinta mil se referían a los civiles iraquíes cuya muerte había aparecido en los diarios. La cifra real era mucho mayor, como él bien sabía, porque la mayoría de las muertes no se publica, y bien sabía también que entre las víctimas había muchos viejos y niños.
Esa fue la única información proporcionada por el gobierno de los Estados Unidos sobre la práctica del tiro al blanco contra los civiles iraquíes. El país invasor sólo lleva la cuenta, detallada, de sus soldados caídos. Los demás son enemigos, o daños colaterales, que no merecen ser contados. Y, en todo caso, contarlos resultaría peligroso: esa montaña de cadáveres podría causar mala impresión.

Y una verdad
Bush vivía sus primeros tiempos en la presidencia cuando el 27 de julio del año 2001 preguntó a sus compatriotas:
–¿Pueden ustedes imaginar un país que no fuera capaz de cultivar alimentos suficientes para alimentar a su población? Sería una nación expuesta a presiones internacionales. Sería una nación vulnerable. Y por eso, cuando hablamos de la agricultura americana, en realidad hablamos de una cuestión de seguridad nacional.
Esa vez, el presidente no mintió. El estaba defendiendo los fabulosos subsidios que protegen el campo de su país. “Agricultura americana” significaba, y significa nada más que “Agricultura de los Estados Unidos”.
Sin embargo, es México, otro país americano, el que mejor ilustra sus acertados conceptos. Desde que firmó el tratado de libre comercio con Estados Unidos, México no cultiva alimentos suficientes para las necesidades de su población, es una nación expuesta a presiones internacionales y es una nación vulnerable, cuya seguridad nacional corre grave peligro:
- actualmente, México compra a los Estados Unidos 10 mil millones de dólares de alimentos que podría producir;
- los subsidios proteccionistas hacen imposible la competencia;
- al paso que vamos, de aquí a poco las tortillas mexicanas seguirán siguen siendo mexicanas por las bocas que las comen, pero no por el maíz que las hace, importado, subsidiado y transgénico;
- el tratado había prometido prosperidad comercial, pero la carne humana, campesinos arruinados que emigran, es el principal producto mexicano de exportación.
Hay países que saben defenderse. Son pocos. Por eso son ricos. Hay otros países entrenados para trabajar por su propia perdición. Son casi todos los demás.