martes, 11 de septiembre de 2007

"La historia es nuestra"

11-09-1973 / 11-09-2007

Allende preparado para resistir ante los bombardeos sobre el Palacio de la Moneda.

Cuántas ilusiones rotas, cuanto dolor repetido una y otra vez. Han pasado 34 años y aún hoy, Chile puede dividirse entre pinochetistas y antipinochetistas, aún luego de la muerte del viejo. Cómo se puede dividir a Venezuela entre chavistas y antichavistas. Quizá sea siempre así, la historia vuelve a repetirse cíclicamente para ponernos a prueba, para hacernos entender que tenemos que aprender de una buena vez de nuestros errores. Qué se puede agregar sobre ese 11 de septiembre negro (años más tarde vendría uno nuevo) que no se haya dicho en estos 34 años. Los datos están a la vista. Todos lo saben, simplemente deciden ponerse de un lado o del otro. Cada uno debe elegir.
Un gobierno popular, elegido por las urnas, esas mismas que juran defender una y otra vez aquellos que no dejan de creerse dueños del mundo y de la verdad, es derrocado por un golpe cobarde, artero y servil a los intereses de las grandes empresas y del poder norteamericano. Las señoras bien de las altas clases chilenas festejaban en la calle el fin del socialismo y de la clase roja. Luego vino la muerte, la persecución, la violencia, el dictador. Todo se sucedió y el gran pueblo trabajador, el de los obreros, los mineros, se vio envuelto en el miedo y el dolor. Llegaron las desapariciones, las malditas y odiosas desapariciones, que tanto conocemos los argentinos, que nunca dejan de sangrar, que nunca dejan de dolernos a todos, que cada noche vienen a buscar a sus madres para posarse en sus sueños y darles fuerzas para que sigan peleando. Los poetas fueron callados y sus manos cortadas. Chile entristeció. El mundo entristeció. Como entristeció quizá el chileno más famoso, Pablo Neruda, que tan solo 12 días después del golpe murió de cáncer. Leyendo artículos sobre el golpe de Pinochet encontré un texto de de Neruda sobre esos sucesos, fechado el 14 de septiembre, tres días luego del derrocamiento y asesinato del presidente electo (y democrático) Salvador Allende (aclaro que recién ahora nombro a Allende porque creo que lo que se atacó ese 11 de septiembre fue a todo el pueblo trabajador, que luchaba por un Chile y una patria justa e igualitaria). No voy a reproducirlo por ser demasiado extenso, pero basta con escribir en el buscador "Neruda+Allende" para obtenerlo. Pero quiero destacar como inicia ese texto: "Mi pueblo ha sido el más traicionado de este tiempo". Una frase contundente. El golpe fue eso: "traición". Como lo fue el golpe Argentino de Videla, Massera, Agosti y todos esos a quienes JAMAS olvidaremos.
Como dije antes, los hechos no pueden negarse, ya nadie puede negar la traición y la violencia de la que fue víctima el pueblo chileno, sólo queda saber sobre que vereda está parado cada uno para saber si está del lado de la vida o contra ella.
Quizá lo que más duela luego de 34 años es que nos hayamos dado el gusto de dejar ir al HIJO DE PUTA DE PINOCHET sin juzgarlo y castigarlo por cada uno de los crímenes que cometió en vida. Porque no estoy seguro de que los pagará en el más allá o como lo quieran llamar. A mi me hubiera gustado verlo pagar, verlo en una prisión común, sólo con sus pensamientos y remordimientos, sin nadie adulándolo para hacerlo creer importante. Para que cada uno de los jóvenes que asesinó o mandó a asesinar lo visite cada noche en su celda.

Esta reflexión o como pueda llamársele ha llegado a su fin. Solamente quiero agregar que no hay que dejar de escuchar el discurso final que dio Salvador Allende minutos antes de su muerte.



Los saludo desde el infierno que suele ser Buenos Aires, con un puño en alto al irme a dormir…..

"Yo pisaré las calles nuevamente"
Yo pisaré las calles nuevamente
de lo que fue Santiago ensangrentada,
y en una hermosa plaza liberada
me detendré a llorar por los ausentes.
Yo vendré del desierto calcinante
y saldré de los bosques y los lagos,´
y evocaré en un cerro de Santiago
a mis hermanos que murieron antes.
Yo unido al que hizo mucho y poco
al que quiere la patria liberada
dispararé las primeras balas
más temprano que tarde, sin reposo.
Retornarán los libros, las canciones
que quemaron las manos asesinas.
Renacerá mi pueblo de su ruina
y pagarán su culpa los traidores.
Un niño jugará en una alameda
y cantará con sus amigos nuevos,
y ese canto será el canto del suelo
a una vida segada en La Moneda.
Yo pisaré las calles nuevamente
de lo que fue Santiago ensangrentada,
y en una hermosa plaza liberada
me detendré a llorar por los ausentes.
(1974)

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